Justo cuando los teatros han estado cerrados ha resonado más fuerte que nunca la pregunta de por qué existe el teatro. La respuesta pasa por volver sobre la esencia misma del arte escénico y aquí Florian Malzacher repasa algunos espectáculos que rondan ese núcleo duro del sentido del teatro.
A la pregunta de si necesitamos realmente el teatro, el dramaturgo Heiner Müller contestó a principios de los años noventa que la única forma de averiguarlo sería cerrando todos los teatros del mundo durante un año. «Y luego tal vez sepamos por qué existe el teatro». No es de extrañar que en tiempos de confinamiento por la covid se cite a menudo este provocador planteamiento. Los teatros y los festivales de muchos lugares del mundo han estado y siguen estando cerrados, en algunos sitios más de un año. Sin embargo, en vez de cuestionar el propio medio, sus posibilidades, su necesidad, se da una actividad casi ininterrumpida: charlas, lecturas, conferencias en línea y retransmisión de funciones sin presencia de público y de ensayos de obras que, en el mejor de los casos, se estrenarán la próxima primavera.
Es paradójico. Mientras que las salas de teatro permanecen cerradas en todo el mundo, día tras día se produce más teatro en el propio salón del que uno podrá ver nunca. El horror vacui es sencillamente insoportable, tal vez también el miedo de que al final echen de menos el teatro muchas menos personas de lo que nos habían hecho creer durante décadas. En la práctica se evita todo silencio, toda posibilidad de detenerse y tomarse el tiempo para preguntarse: por qué existe el teatro.